Todos los profesores tenemos alguna anécdota como la que sigue:
- Profesor: Tienen que leer estos dos libros para poder hacer el práctico (o el examen).
- Alumno(s): Leeerrrr????
- Profesor: Sí, leer dos libros.
- Alumno(s): Libroooossss????
Los libros se están convirtiendo en un objeto totalmente extraño para las nuevas generaciones. Y no estamos hablando de cualquier joven: estamos hablando de estudiantes universitarios. El rechazo no está dirigido tanto al libro en sí mismo, sino a la acción de concentrarse durante un período de tiempo en la lectura de un texto escrito. Esos mismos jóvenes pueden pasarse horas chateando, videojugando o viviendo en Second Life, disfrutando o sufriendo experiencias on-line donde los procesos interpretativos y cognitivios funcionan a pleno ritmo, pero de entrar en un mundo virtual hecho de palabras sobre papel, ni hablar.
Los desafíos que genera este rechazo son inconmesurables para un sistema educativo que durante casi dos milenios giró alrededor del libro (primero manuscrito, después impreso). Nadie se salva de esta crisis, desde las editoriales hasta los profesores (¿cómo activamos formas de reflexión crítica y profundas sin una base textual escrita?). Esta pregunta apasiona a nuestro digitalista honoris causa Alejandro Piscitelli, quien ha reflexionado varias veces sobre el tema (ver su post Kant vs Ridley Scott. ¿Por qué molesta tanto el pensamiento con imágenes?).
Lo repito, no se trata de un problema de formato sino de lecturas: distribuir on-line los mismos contenidos -por ejemplo el libro la "Galaxia Internet" de Manuel Castells en formato PDF- no cambiaría absolutamente nada. Cualquier propuesta de lectura que supere las cuatro (cinco? tres?) páginas es demasiado para la gran mayoría de nuestros jóvenes nativos digitales. El esfuerzo cognitivo que implica "leer un libro" se equipara a escalar el Everest con la Britannica (versión impresa, obvio) en la mochila.
No me gusta hacer futurología, pero algunas tendencias ya son el presente:
- se incrementa la cultura de la fotocopia o la impresión láser, la "summa xerox" de breves textos extraidos de obras mayores. Este proceso comenzó en los años '80 con la difusión de las fotocopiadoras en las universidades y estalla en los '90 con el formato PDF. Se trata de textos efímeros, cuya vida útil acaba cuando el alumno aprueba la asignatura.
- se redefine el rol del profesor, quien ahora -entre muchas otras cosas- se debe encargar de "leer libros" y retraducirlos a sus alumnos de manera oral (a veces acompañado por un Power Point) o extraer las partes fotocopiables. El profesor, en otras palabras, se convierte en un post-productor textual, que en cierta forma continua el trabajo de pre-producción realizado por el autor y el editor.
- se redefine el rol de las editoriales, las cuales deben urgentemente buscar otro "business model" en el campo de libro científico. Ninguna editorial puede sobrevivir vendiendo libros sólo a un puñado de profesores.
Hay que modificar los productos y los procesos editoriales y educativos. Los libros "teóricos" deberían incorporar formas de visualización de la información del mundo periodístico o de otros géneros (como las guías de turismo) que complementen el texto escrito. Si el diseño de la prensa o de las revistas ha cambiado en el último siglo, por qué los textos de las ciencias sociales siguen anclados en un modelo decimonónico? En las ciencias duras -pienso en los libros de anatomía o biología- se ha avanzado mucho en este campo.
Por el lado del proceso editorial, alguna salida a esta situación podría venir por la impresión on-demand flexible, como el sistema Lulu, del que ya hablamos en digitalismo ( ver mi post Libros impresos on-demand: tiembla el mercado editorial?): se trataría de libros a medida, recopilaciones específicas y just-in-time para cada cátedra y con tiradas exactas que eliminen los costos de depósito. Una editorial podría tener una base de textos y cada cátedra podría disponer de "su" libro en tiradas pequeñas. Un simple sistema estadístico le permitiría a la editorial saber en tiempo real cuáles son los textos y autores más trabajados en las clases y, en el caso de ediciones tradicionales, apostar por lo seguro.
También se debería dar mayor importancia a los textos producidos por los alumnos. Ya que existen sistemas como Lulu, ¿por qué no recopilar los trabajos producidos por los alumnos a lo largo del curso lectivo en un libro? Ya que aparentemente no les interesa leer libros, podemos comenzar convirtiéndolos en autores de libros y familiarizarlos con el formato impreso.... Finalmente, para redescubrir el placer de la lectura -el cual no es incompatible con los videojuegos o los chats- hay que comenzar desde pequeños, en las casas y en las escuelas.
Los libros no van a morir, de la misma forma que el cine no mató al teatro ni la televisión al cine... sólo que el teatro y el cine se transformaron para sobrevivir en un nuevo ecosistema mediático. Y para sobrevivir las especies biológicas aprovechan las mejores mutaciones (evolución) y establecen nuevas relaciones con los otros habitantes del ecosistema (coevoluciones).
Carlos Sscolari 10.12.06 para Digitalismo.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario