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24 de junio de 2020

Carlos Salem prólogo Basura para Dos de fernandez

Carlos Salem - Literalia TV

Basura para Dos - fernandez - tapa blanda y eBook
https://literaturascomlibros.es/basura-para-dos

Prólogo Basura para Dos - fernandez.
Por Carlos Salem

El viaje es, hasta que se demuestre lo contrario, el mejor motor de cualquier narración. Por lo que tiene de imprevisible. Porque el decorado se renueva, ofreciendo en cada página una nueva mirada posible, algo que nos transporte lejos de lo cotidiano y nos prometa un futuro que acaso no será mejor, pero será diferente al que los demás planearon para nosotros (o nosotros dejamos dibujar por simple pereza vital). 
Sea como sea, quien se va no es quien se marchó.
El camino no cambia, pero los caminantes, sí.
Eso nos enseñaron y eso aprendimos.
Esta novela habla del engaño de esa premisa.
Se maneja en dos momentos que parecen separados entre si como dos hemisferios, pero que acaban siendo dos caras de una moneda que siempre caerá de canto.
Hay un viaje narrado en presente, como si continuara ocurriendo, por las carreteras más recónditas de EE.UU. y con un narrador que, pese a trasmitir la indolencia de una juventud incurable, deja asomar también la plácida calma de quien ya sabe que el único futuro es la ausencia de futuro. 
Cada coche al que sube, cada cafetería polvorienta a la que entra, cada compañía a la que se asoma, siguen estando presentes, siguen ocurriendo, aunque ocurrieran como si no le importara.
Y paralelamente, narrado en pasado, lo que ocurrió después, solo meses después, con el mismo narrador ya de regreso a un Madrid que acaso un año antes se le quedó pequeña o le dolía demasiado. Comparte con su yo que mentalmente sigue de viaje, cierta apatía, que en su caso se intuye impaciencia, ganas y miedo de que algo cambie o estalle.
Y enmarcando este retorno aparente, dos mujeres, Charo y Raquel, tan perdidas como el narrador, compartiendo cama y dudas, también como si no importara, porque los tres sospechan que nada importa demasiado.
Charo y Raquel, yendo o viniendo del próximo desastre, en una ciudad que a fuerza de esperar rotundas transformaciones sociales, se conformó con los sucedáneos asequibles; viviendo la libertad como una provocación que ya no escandaliza a nadie, porque con más o menos luces de neón, todo sigue igual.
Mucho se ha escrito sobre una época en la que nos creímos libres y nos quisimos demasiado o demasiado poco. Pero pocas veces se nos muestra la profunda soledad de tanta gente amontonada. 
En esta novela se aborda esa resaca vital de la mejor manera posible, es decir sin moralejas ni manifiestos tardíos. Todos miran el presente y el incierto futuro con la  detenida mirada de quien sabe que el tren que esperaba ya pasó o acaso nunca llegue.
El estilo conciso elegido por Fernández para contar esta historia no podía ser más adecuado. Dice tanto por lo que dice como por lo que calla. Y el eco de esos silencios resuenan como truenos todavía por sonar, rayos que acabarán por caer.
Volviendo al principio de estas palabras, la novela es la historia de un viaje que son dos: el que continúa ocurriendo aunque haya pasado, y el viaje aparentemente inmóvil del mismo hombre asomado a su balcón de la Plaza de Santa Ana como si fuera el puente de mando de un barco insuficiente, atisbando la tormenta que viene, deseándola casi.
Salir para buscarse donde uno no está. Volver para desencontrarse. El protagonista de esta novela, como tantos y tantas, acaso confundió el viaje con la huida y el retorno con la mágica tecla REW que permitía retroceder la vida como lo hacían aquellos prodigiosos walkmans con nuestra canción preferida. 
Ignacio Fernández nos ofrece una narración de tiempo lento, porque por dentro el tiempo corre como el viento en las carreteras más desoladas de esos EEUU donde ocurre la mitad de esa excelente novela. 
Un viento que puede llegar hasta Madrid para cambiarlo todo, aunque en realidad, parece pensar el protagonista, lo único que cambia es el decorado. 
La ausencia de aplausos es la misma, y el telón acaba por caer, tarde o temprano.   

Carlos Salem es escritor.

1 enero 2020 




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